Especie de diario sin identificar. Aquí publicaré textos ocultos en mi ordenador desde hace demasiado tiempo.
Mal bicho
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Y ahora me abro en canal para dejar salir a todos esos
demonios que he ido acumulando en este cuerpo. Y me cierro como una planta
carnívora cuando veo algún mal bicho que viene a dejarme sin ramas.
Enséñame a construir una hoguera. Sin mechero. Sin prisas. Enséñame a quemar esa madera mientras admiro el esfuerzo. Mientras empiezo a ser consciente del proceso. Enséñame a mirarla de frente, a no salir ardiendo. A que tampoco se me apague. Enséñame a entender la magia del fuego. Enséñame a curarme mirando esa luz que desprende, abrasando viejos recuerdos. Enséñame a quedarme a pesar de las cenizas. Enséñame a calmarme cuando ya no quede rastro de ella. Enséñame a mirar la luz de las llamas desde tus ojos. Enséñame que este es el calor más natural del mundo. Enséñame a quererlo y respetarlo. Enséñame a despertar cerca y lejos, a no rendirme ante el frío. A conseguir escapar cuando me atrape el pensamiento algún crujido. Enséñame a bailar alrededor del humo. Enséñame a mirarte a pesar del espectáculo. Enséñame a enseñarte que me pasaría la vida dejando brasas encendidas contigo.
Te dejo. Dejo de mirarte, de buscarte, de esperarte. Te dejo que dejes de hacerlo tú. Dejo de intentar recuperar el tiempo perdido contigo. Lo dejo. Dejo de meterme en tus manos retorcidas. Debo dejarme caminar sin ti a mi lado. Dejo de seguirte. Te dejo ahora, porque para dejarte he tenido que entender que dejarme a mí no era una opción. Te dejo por mí, por ti y por todos mis compañeros. Te dejo así porque ni siquiera tuviste el valor de despedirte. Te dejo. No necesito no dejarte. Eres prescindible igual que todas las personas que nos han dejado, nos dejan y nos dejarán. Te dejo, ya dejé demasiado tiempo que me dejaras tú.
A veces tengo una ilusión. Casi parece que pueda mostrarte olores en la distancia. A veces tengo la ilusión de poder tocarte. Abrirte el alma desde aquí, lo artificial creyéndose humano. A veces siento que (des)apareces. Y no sé cuál de las dos me haría más inmortal. A veces tengo una ilusión. Nos arropamos bajo las mismas sábanas, sin despertador de despedida. A veces tengo la ilusión de tenerte. Mientras sólo tengo tus palabras escritas en una pantalla fría consumidora de luz. Y de ilusiones como las mías…
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